¿Eres un verdadero wine lover?

Tinajas-barro

El vino y el cáncer

Soy un wine lover pero no de todos los vinos

Aparentemente al ver las etiquetas de los vinos pudiera parecer que todos son iguales o similares porque aparentemente no hay diferencia; tampoco se muestran diferencias cuando alguien del sector emite juicios sobre los buenos efectos del consumo moderado de los vinos sobre la salud, mucho menos se discierne cuando alguien alarmado se pone a la defensiva sobre “agresiones” que “denigran al vino” como es, por ejemplo, la polémica suscitada por los supuestos efectos cancerígenos del mismo.

Y aunque por definición todo lo que sea fermentación del mosto de la uva es vino, de sobra sabemos que desde el cultivo del viñedo y la elaboración hasta la presentación y comercialización se van señalando notorias diferencias, claras para el sector y los amantes del vino.

Podemos hablar de vinos cuyo principal y a veces casi único atributo es el contenido en alcohol. Mientras que otros tienen propiedades cualitativas no solamente en sí mismos y sus valores sensoriales, sino también la autenticidad, su origen y vinculación real con el “terroir” y/o su naturalidad, que le confieren atributos vinculados con la emoción.

Real Wine Lover vs excesos

Estos segundos vinos de los cuales sí soy wine lover tienen otra funcionalidad que para mí es básica, la funcionalidad cultural. Partimos de la base de que el vino no es silvestre ni salvaje, es resultado de mucha cultura que corresponde a su rol esencial como herramienta social e intelectual de relación y comunicación entre las personas.

Esta forma de entender el vino por sus cualidades es la que nos lleva a disfrutarlo y querer compartirlo con los demás.

Todas las “prohibiciones” o críticas al vino son siempre como respuesta a los problemas que genera el consumo excesivo de alcohol. Porque sea o no un acto consciente, ya sea para “matar penas” o estar euforizado en un encuentro o fin de semana, es una bebida cuya relación entre su precio y su volumen de alcohol es muy ventajosa para ello.

En estos casos todo esfuerzo por proscribirlo lo que sin duda produce no es que se deje de beber, sino que deja de beberse por sus atributos más nobles y sencilla y llanamente sólo se beba por su contenido en alcohol.

La industria vinícola, los organismos sectoriales y los medios de comunicación desarrollan cruzadas, estrategias o comentarios a favor o en contra de un modo genérico sin diferenciar las dos tipologías. Por ejemplo, defienden el consumo moderado en beneficio de la salud cuando es evidente que no todos los vinos tienen los mismos efectos saludables ni cualidades.

Maquillar el vino

Se cosifican los vinos mediante la manipulación con el uso de aditivos y otros procesos para modificarlos y maquillarlos, y así acercarlos artificiosamente a los gustos, tendencias o cánones aceptados comercialmente. ¿No parece más lógico creer que son los actuales procesos de elaboración que desnaturalizan los vinos los que producen los supuestos efectos cancerígenos?

De no ser así podríamos pensar que ciertas naciones, regiones o ciudades de una larguísima y amplia tradición en el consumo de vino deberían mostrar más que evidencias de abundantes casos de cáncer. Sin embargo lo único que se ha mostrado ha sido la llamada “paradoja francesa” sobre los saludables efectos de los antioxidantes naturales de la piel de la uva en la salud cardiovascular de la población.

Ni consumidores ni vinos son iguales.

La industria cuando se preocupa de la disminución del consumo del vino y hace esfuerzos en contrarrestarlo, sus campañas adolecen frecuentemente de utilizar el vino como elemento de satisfacción inmediata, frente a un consumo de disfrute consciente y reflexivo.

Si los vinos no son todos iguales, los consumidores de vino tampoco, que evidentemente no beben con los mismos hábitos y actitudes. Lo común y habitual es que los tipos de vinos y de consumidores se alineen cada uno en su nicho.

Las campañas en contra del alcohol y de los efectos cancerígenos del vino se deben dirigir a los vinos comerciales y a las bebidas alcohólicas.

El vino que amamos es una bebida íntegra que requiere inteligencia y sensibilidad para elaborarlo y fomenta un consumo que despierta emoción, que es contrario al embotamiento de los sentidos y la mente que produce el alcohol.

Para el presente y sobre todo para el futuro cada vez serán más numerosas y amplias las prevenciones alimentarias y de salud. Es urgente y necesario “soltar lastre” ya que sus motivaciones proceden del uso de esos vinos comerciales que dañan mucho a los vinos que amamos los verdaderos wine lovers.

No todos los vinos son iguales y cuando lleguen comentarios, críticas e incluso recriminaciones, situémoslos donde corresponden y “cada palo que aguante su vela”.

Tampoco debemos permitir que se apoderen y utilicen cualidades y propiedades que no les son propias. Los vinos desnaturalizados y cargados de aditivos NO TIENEN ANTIOXIDANTES NATURALES y por tanto no son saludables.

Asique piensa: ¿Eres un verdadero wine lover? ¿Es realmente el vino cancerígeno o lo son todos esos aditivos? ¿Deberíamos dejar de llamar “vino” a los productos industriales y reservar la palabra para los de verdad?

Dionisio de Nova

Viñador independiente

Promotor de La Bodega de las Estrellas

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